¿Qué es la TCC?

La Terapia Cognitivo Conductual es una disciplina científica, sus modelos y técnicas están basados en estudios que avalan la eficacia de esta terapia en prácticamente la totalidad de trastornos emocionales y conductuales.

«La perturbación emocional no es creada por las situaciones sino por las interpretaciones que le damos a esas situaciones»

Albert Ellis

Desde el modelo Cognitivo Conductual se considera que el aprendizaje (entendido como el conjunto de experiencias que vivimos desde que nacemos) es un factor crucial en el desarrollo de nuestra personalidad, de nuestras habilidades y también de nuestros problemas. Dicho de otra forma, aunque todos tengamos predisposiciones biológicas, son las experiencias que vivimos lo que determinará si se manifestarán o no.

Gracias a los estudios realizados desde este modelo, sabemos que en ocasiones las experiencias que vivimos hacen que se afiancen en nuestro día a día conductas que nos hacen daño, además de reacciones emocionales desproporcionadas que disminuyen nuestra calidad de vida. Por tanto, cuando alguien sufre por ejemplo un problema de ansiedad, del control de impulsos, una depresión o un trastorno de alimentación, no significa en absoluto que sea una persona débil ni enferma, sencillamente se han dado una serie acontecimientos que la han llevado a desarrollar ese problema en concreto. Ahora viene la parte más interesante, y es que así como es posible el aprendizaje indeseado de un problema emocional, es perfectamente posible aprender voluntariamente los pasos y habilidades para superar el problema. La labor del psicólogo Cognitivo Conductual por tanto, consistirá guiar a la persona en los pasos de este nuevo aprendizaje y entrenarla en las habilidades que necesita para afrontar con éxito este desafío.

Desarrollo del proceso terapéutico:

Al contrario de lo que algunos mitos sobre la psicología pueden hacernos creer, el proceso de terapia no es algo ilimitado en el tiempo ni mucho menos improvisado ni azaroso, todo lo opuesto. El proceso terapéutico sigue cuatro fases claramente definidas y estructuradas, y en cada una de ellas se necesita de una comprometida colaboración entre cliente y terapeuta.

Cuando el cliente llega a consulta por primera vez, comienza en ese mismo instante la primera fase, la fase de evaluación. Se trata de una etapa que suele durar de dos a cinco sesiones, en la que el profesional recogerá toda la información relevante sobre el problema que trae a la persona a consulta. El terapeuta realizará preguntas, entregará cuestionarios e incluso propondrá ejercicios para que el cliente realice a lo largo de la semana con el objetivo de identificar con claridad todos los factores que probablemente contribuyeron a causar el problema y sobretodo aquellos factores que en la actualidad hacen que el problema se mantenga a pesar del sufrimiento que ocasiona.

Una vez finalizada con éxito la fase de evaluación, comienza la fase de explicación de hipótesis. Se trata de la fase más breve (suele durar una o dos sesiones) pero es de suma importancia, ya que consiste en explicar con gran detalle al cliente el porqué de su malestar. Cuando la persona ha comprendido en profundidad los motivos por los cuales su problema se mantiene, además de experimentar una sensación de alivio y control, está preparada para pasar a la siguiente fase, la fase de terapia propiamente dicha.

La fase de terapia constituye el cuerpo central del proceso, suele durar alrededor de cuatro meses, aunque existe mucha variabilidad dependiendo del tipo de problema y de distintos factores personales del cliente. Se trata de la fase más activa ya que semana tras semana el cliente aprende estrategias y además las pone en práctica en su día a día, superando así las dificultades y reduciendo su malestar.

Finalmente, llegado el punto en el que la mejoría es evidente, comenzará la fase de seguimiento. En esta fase las sesiones ya no son semanales sino que se van espaciando paulatinamente, suele extenderse a lo largo de un año pero no implica muchas sesiones, ya que éstas se terminarían realizando mensual o trimestralmente. El objetivo de esta fase es afianzar los logros, abordar eficazmente las situaciones desafiantes que vayan surgiendo tras la superación del problema, y potenciar la autonomía del cliente en lo que a la gestión de sus emociones se refiere.

Problemas psicológicos,

algunos de los más comunes y en qué consisten

Fobia Específica

La persona experimenta un miedo o una reacción de ansiedad excesivamente intensa y desproporcionada siempre que se presenta una situación o un objeto específico. Algunas fobias habituales son: a las alturas, a ciertos animales, a ciertos insectos, a volar, a conducir, al agua, a ver sangre, a los exámenes, a las inyecciones…

Trastorno de Ansiedad Social

Existe un miedo o una ansiedad intensa en una o más situaciones sociales en las que el individuo está expuesto al posible examen por parte de otras personas, como por ejemplo mantener una conversación, reunirse con desconocidos, ser observado mientras uno come, dar una charla… En todos estos casos el temor de la persona es a actuar de forma indeseable o a mostrar síntomas de ansiedad (ruborizarse, temblar, sudar…) de forma tal que las demás personas lo juzguen negativamente, que piensen mal de él, que lo rechacen o incluso que lo humillen.

Trastorno de Ansiedad Generalizada

La persona experimenta una preocupación excesiva en relación a diferentes sucesos o situaciones del día a día, como por ejemplo perder el trabajo, que a sus seres queridos les sucedan desgracias, tener problemas económicos, que suceda algún accidente, tener problemas académicos… Se trata de una preocupación que es de una intensidad muy elevada y que además está presente la mayor parte del tiempo, limitando así la calidad de vida de la persona. Las personas que experimentan este problema, suelen sufrir también dificultades para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular, fatiga, inquietud interna e incluso problemas de sueño.

Trastorno de Pánico

La persona con este problema ha experimentado crisis de pánico inesperadas y recurrentes. Una crisis de pánico es una expresión súbita de ansiedad que alcanza su máximo en cuestión de minutos. Durante ese tiempo la persona que lo sufre puede experimentar una serie de cambios físicos como palpitaciones, sudor, temblor, sensación de ahogo, náuseas, escalofríos… tan intensos que interpreta que le está sucediendo una terrible desgracia, como tener un ataque al corazón, ahogarse, volverse loco, desmayarse o perder el control.

Agorafobia

Quien sufre este trastorno, teme o evita una serie de situaciones por miedo a no disponer de ayuda o a no poder irse del lugar en el caso de que apareciesen síntomas de una crisis de pánico u otros síntomas desagradables. Las situaciones que se temen y/o evitan suelen ser los transportes públicos, los espacios abiertos (como mercados o puentes) o los cerrados (como tiendas o cines), estar en medio de una multitud, hacer cola, o estar solo fuera de casa. La ansiedad y el temor que estas situaciones provocan es tal que la persona o bien las evita por completo o bien las afronta con un malestar excesivo o con la presencia de un acompañante.

Trastorno Obsesivo-Compulsivo

Este trastorno, como su propio nombre indica, se caracteriza por la presencia de obsesiones y de compulsiones. Una obsesión es un pensamiento involuntario (puede ser también una imagen mental) cuyo contenido produce ansiedad, asco o culpa. La compulsión es una acción o una seria de acciones (que pueden ser visibles o mentales) que la persona se siente obligada a realizar para eliminar la obsesión y el malestar que ésta produce. Entre las obsesiones más frecuentes encontramos aquellas relacionadas la violencia, el sexo, la religión, los celos, la simetría, la filosofía, las asociadas a compulsiones de lavado, de comprobación… y un largo etcétera.

Trastorno de Ansiedad por la Enfermedad

Existe un alto convencimiento de que se sufre una enfermedad terrible que tarde o temprano terminará con la propia vida. La ansiedad es constante aunque de intensidad variable y quien lo sufre realiza muchas conductas de comprobación y reaseguración: ir en exceso a distintos médicos, revisar su cuerpo en búsqueda de anomalías, consultar páginas web, vigilar sus síntomas, contar sus temores y buscar consuelo y opiniones tranquilizadoras, etcétera.

Trastorno de Estrés Postraumático

Las personas con este problema han experimentado algún suceso grave relacionado con la muerte, con lesiones graves o violencia sexual. La forma en la que el sujeto ha experimentado estos sucesos puede haber sido de forma directa (como víctima), en forma de espectador, teniendo conocimiento de que la víctima ha sido un ser querido o próximo, o a través de la exposición repetida a detalles de diversos sucesos. Las características de este trastorno son la presencia de intrusiones (recuerdos angustiosos involuntarios del suceso, pesadillas, flashbacks…), evitación persistente de los estímulos asociados al suceso traumático (incluidas personas, lugares, situaciones, temas de conversación…), alteraciones cognitivas y del estado de ánimo (ausencia de recuerdo de determinadas escenas, culpa, tristeza, vergüenza, enfado, desapego, aislamiento…) y alteración del estado de alerta (sobresaltos, irritabilidad, hipervigilancia, arrebatos, imprudencia…).

Depresión

El individuo se siente triste y desesperanzado la mayor parte del tiempo, o experimenta una ausencia casi total de interés hacia las actividades, incluidas las agradables. Además, suele haber problemas de sueño y de apetito (por exceso o por defecto), sensación de falta de energía y de motivación, dificultades para concentrarse, sentimientos de inutilidad o culpa excesiva, e incluso pensamientos recurrentes de muerte.

Trastorno Bipolar

Se caracteriza por la presencia de importantes alteraciones del estado de ánimo. Hablamos de bipolaridad cuando la persona ha experimentado al menos un episodio maníaco o hipomaníaco (de menor intensidad). Un episodio maníaco consiste en un período con el estado de ánimo excesivamente elevado y unos niveles de energía física exageradamente altos. Esto se puede manifestar por ejemplo por sensación de euforia, irritabilidad, disminución de la necesidad de dormir, sentimiento de grandeza, verborrea (habla excesivamente), sensación de que los pensamientos van a gran velocidad, hiperactividad física e incluso implicación en actividades imprudentes (compra excesiva, indiscreciones sexuales, conducción temeraria…). En el trastorno bipolar es frecuente que hayan existido también episodios depresivos, aunque no necesariamente.

Insomnio

Lo característico de este problema es la insatisfacción persistente con la cantidad o la calidad del sueño. Se considera un trastorno cuando además de mantenerse en el tiempo llega al punto en el que ocasiona un elevado malestar o un deterioro en el ámbito social o laboral. Pueden aparecer diferentes manifestaciones del insomnio según el momento en el que aparezcan las dificultades: hablaríamos de insomnio de conciliación cuando aparecen dificultades para quedarse dormido en el momento de acostarse, de insomnio de mantenimiento cuando aparecen frecuentes o largos despertares a lo largo de la noche, y de insomnio tardío cuando existe despertar excesivamente temprano con incapacidad para volverse a dormir.

Problemas de la Conducta Alimentaria

Nos referimos a aquellos trastornos que implican una alteración persistente en los patrones de alimentación que causan un deterioro significativo de la salud física o del funcionamiento psicosocial. Dentro de esta categoría encontraríamos problemáticas como la anorexia y la bulimia (en los que además existe un miedo desmesurado a la ganancia de peso), el trastorno por atracón e incluso la obesidad.

Adicciones no Químicas

La persona que sufre este tipo de problemas no tiene control sobre su conducta adictiva, experimentando un malestar exagerado cuando intenta parar y utilizando la conducta adictiva para mitigar las emociones negativas cuando éstas aparecen. Estaríamos hablando de trastornos de adicción al juego, a internet, a las redes sociales, al trabajo, al deporte, a las compras, etc.

Enfado Patológico

El enfado en sí mismo es una emoción natural y sana, pero se considera que existe un problema cuando el enfado se produce en exceso, tanto por frecuencia como por intensidad, pudiendo desencadenar una conducta agresiva verbal o física.

Celos Patológicos

Al igual que sucede con el enfado, experimentar celos es algo natural en el ser humano, pero esta experiencia puede llegar a convertirse en un verdadero problema cuando desbordan a quien los sufren, llegando a invadir su vida y la del ser querido. Es habitual que en una problemática de celos patológicos se den con excesiva frecuencia emociones de ira, de desasosiego e incluso de tristeza profunda, además de conductas de de comprobación y reaseguración.

Trastornos de Personalidad

Los rasgos de personalidad son patrones persistentes del modo de percibir, pensar y relacionarse con el entorno y con uno mismo, que se muestran en una amplia gama de contextos sociales y personales. Cuando los rasgos de personalidad son extremadamente rígidos y causan malestar intenso y deterioro en el día a día de la persona, consideramos que existe un trastorno de la personalidad. Las personas con trastornos de la personalidad han aprendido a ver el mundo, a sí mismos y a los demás de una manera anómala y por lo tanto su comportamiento puede resultar muy extremo. Algunos ejemplos son el trastorno de personalidad histriónico, el narcisista, el límite, el dependiente, el evitativo, el obsesivo-compulsivo, el paranoide…

Duelo

¿Qué es el duelo?

El duelo es un proceso de adaptación, un camino que debemos emprender en el que tenemos que aprender a convivir con la pérdida. Se trata de un proceso natural y activo que compromete la vida de la persona en su integridad (biológica, psicológica y socialmente).

¿Cómo se experimenta?

Los niños y los adolescentes, al igual que los adultos, experimentan ese proceso tras la pérdida de un ser querido, siendo sensibles a los cambios que suceden a su alrededor desde los primeros meses de vida. Las vivencias de pérdida y los procesos de duelo afectan más a los niños que a los adultos ya que inciden en un ser todavía en construcción cuyas capacidades cognitivas, soporte emocional, defensas y estrategias para poder afrontarlo están todavía en desarrollo. En la actualidad, muchos adultos no saben cómo actuar con los menores a la hora de abordar la pérdida de un ser querido. Ahondan las dudas sobre qué es lo mejor para el menor provocando en muchas ocasiones la decisión de ocultarlo, apartándole de la participación en el proceso de duelo que vive la familia del fallecido y cayendo en el error de excluirles de la vivencia del mismo con la finalidad de protegerles.